Hombres que no tenían ni para alimentar a sus hijos,
se arriesgaron por su familia por la vida de sus niños,
no serían fuertes guerreros ni be buena cuna nacidos,
pero tenían más valentía que el Cid Campeador y sus amigos.
Se montaron en las pateras, abandonaron a seres queridos,
dejaron atrás su tierra para llegar al país vecino.
Querían cruzar el Estrecho aun conociendo su destino;
ya que sabían que muchos se quedarían por el camino.
Después de algunas tormentas y algunos soles caídos,
los valientes y fuertes hombres avistaron su destino,
pero un trágico accidente los paró en su cometido,
su patera se hundía ¡Qué fatídico sino!
Sin embargo uno de ellos, en buena hora nacido,
dejó de lamentarse y actuó con atino,
cogió un móvil y avisó a aquellas costas españolas que habían visto.
Obviamente, venían ilegales, y tal vez serían mal recibidos,
pero eso les daba igual porque ¡habían sobrevivido!
Y yo creo que España debería aprender de esos negritos,
que darían su vida por vivir como vivimos
así que dejemos de quejarnos y ¡afrontemos el peligro!
Nuria Bouzas Antas, 3ºA
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